La situación de esta pequeña perrita tuvo que llegar a los extremos para que al fin le prestaran la atención que necesitaba. Estuvo días y probablemente incluso meses encadenada a un árbol junto a su pequeña casa de plástico en el jardín, hasta que un día la entrada de su humilde morada se tornó negra. Una bandada de buitres se había posado allí frente a él dándole al pobre cachorro pit bull de 8 meses un lúgubre aspecto.
No sabemos por qué llegaron esos buitres allí, ya que no se veía ningún cadaver de animal cerca –ya que son una especie carroñera, sería de esperarse–. Quizás presentían que el final del cachorro estaba cerca. Quién sabe. Lo cierto es que una vez que estos buitres llegaron, ella ni siquiera intentó ahuyentarlos; no les prestó mayor atención. La pobre Lilo (ese es su nombre), después de pasar tantos días allí solo, parecía haber perdido el entusiasmo y energía propios de un perro a su edad.
Los vecinos, alarmados por este tétrico escenario y la deprimente imagen del cachorro, llamaron a las autoridades para que al menos fueran a protegerlo de las aves. Un oficial se acercó al lugar y lo llevó consigo tras dejar una nota en la casa de los dueños Lilo explicándoles la situación y dándoles a entender que apenas pudiesen podrían ir a buscarla.
Y al poco tiempo sus dueños llamaron. Dijeron que alguien iría a buscarla pronto… pero ese día nunca llegó. Lilo pasó los días en las instalaciones del departamento de control animal del condado de Guilford, pero nadie la adoptó. De hecho nadie habría podido hacerlo, ya que el condado de Guilford en Carolina del Norte, EE.UU, no permite la adopción de cachorros pit bull, ya que son considerados como una raza peligrosa en el área.
El futuro de la pequeña no se veía prometedor. La habían rescatado de su triste vida amarrada a la intemperie pero ahora sólo le quedaban dos opciones: que un centro de rescate la reclamara, o de lo contrario sería sacrificada. Por suerte la organización Merit Pit Bull Rescue llegó a salvarla y para el 9 de enero Lilo ya había encontrado a una pareja que quiso cuidar de ella.
Keana Lynch y Travis Henley, sus padres adoptivos, cuentan que era bastante tímida al principio y que estaba bastante desnutrida para un cachorro de su edad por lo tanto le faltaban fuerzas.
“Sólo se recostaba por ahí y dormía. No podía saltar, así que teníamos que levantarla bastante”
Pero pronto Lilo comenzó a ganar confianza y a comportarse como un cachorro “normal”. Su personalidad salió a relucir a los pocos días y se mostró como una cariñosa perrita.
Esos buitres no tienen la menor idea de que salvaron la vida de esta cachorra.
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