Desde que Cristóbal Colón pisó América por primera vez creyendo que eran las Indias, la cultura europea llegó al llamado “nuevo mundo” para “civilizarlo“. El “descubrimiento” desató una ola de conquistadores que cargaban religión, costumbres y armas que tuvieron más de una consecuencia para el joven continente que llegaría a convertirse en lo que es hoy.
Antes de que los primeros conquistadores europeos llegaran a América, los especialistas aseguran que la población de nativos americanos sería de varios millones. El antropólogo y etnohistoriador Henry F. Dobyns calcula que el continente sería habitado por más de 110 millones de indígenas y que 10 millones de ellos se ubicaron al norte del Río Grande.
Sin embargo, otros estudiosos, como el profesor emérito de geografía en la Universidad de Wisconsin-Madison, William Denevan, y el historiador brasileño Darcy Ribeiro, plantean cifras más bajas. El último habla de 70 millones, mientras Denevan propone 54 millones.
Aunque hay gran diferencia entre los datos entregados por los científicos, todos concuerdan en el que sería el principal impacto de la llegada europea al ‘nuevo mundo‘: la disminución de los nativos americanos. No hay historiador que niegue que, durante el período colonial, la población local disminuyó en, al menos, 50 por ciento.
Para 1983, la población de nativos americanos apenas superaba los 18 millones de personas.
América Latina
En el caso particular de Latinoamérica, las cifras aseguran que, mientras en Colombia desapareció casi el 90% de la población indígena, en Chile fue el 80% del millón de nativos y en Argentina apenas llegan a ser 600 mil personas distribuidas en 30 comunidades, principalmente al noreste del territorio.
Además de exterminarse muchos de los nativos, el continente recibió variadas colonias italianas, alemanas, inglesas, croatas y españolas, especialmente entre Argentina y Chile.
Cabe destacar que la gran baja de la población local no se debió solamente a guerras y torturas, sino también al cambio de paradigmas culturales y tradiciones que obligaron a los indígenas a cambiar conductas y a muchas plagas y enfermedades que los colonos trajeron en sus viajes.
Canadá
En el norte del continente, Canadá vivió un caso que demostró el dominio y el poder del catolicismo en el desarrollo de la vida de antaño. Siguiendo la iniciativa francesa, se construyeron “escuelas residenciales” patrocinadas por el Departamento de Minería y Recursos, que era el encargado de “administrar” a los indígenas, para enseñar a los niños locales a comportarse a la usanza europea (y católica, claro).
Este modelo surgido en la década de 1930, establecía que los directores de las escuelas (que eran funcionario públicos o eclesiásticos) cumplían el rol de tutor legal de los niños que, además de ser maltratados, eran utilizados para experimentar con medicamentos.
Bajo esas condiciones, es que entre los años 40′ y 50′ llegaron a morir cerca de 50 mil niños en Canadá, siendo más de la mitad de la población indígena infantil de la época.
¿Qué ha cambiado?
Al final, lo que dejó ver lo ocurrido a las tribus americanas fue la ambición por el territorio. El deseo de tomar posesión de tierras inmensamente fértiles y ricas en recursos, sin importar la tradición y cultura de quienes las habitaban. Y lo que hoy pasa, es que las comunidades originarias quedaron relegadas para siempre a un segundo lugar de la cultura homogeneizada.
El famoso escritor uruguayo, Eduardo Galeano, ya lo dijo en su poema “Los Nadies“
“…Que no profesan religiones,
sino supersticiones.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos,
sino recursos humanos…”
Quizá sea éste el momento de volver a mirar hacia adentro y encontrarse con los orígenes y volver a entregar el respeto merecido a aquellos que formaron sus civilizaciones en base a trabajo y esperanzas.
*Este post es una interpretación libre del artículo Collective Evolution.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario