En Pekín, China, tuvieron una idea brillante para que las personas ganaran algo a cambio de reciclar. Hace unos años, instalaron máquinas expendedoras en estaciones de metro a lo largo de toda la ciudad. Pero éstas no están llenas de comida chatarra, bebidas o productos tecnológicos como en otros lugares del mundo. Estas máquinas reciben botellas de plástico desocupadas, las escanean (para ver el valor del plástico) y a cambio entregan a las persona crédito para el transporte público o para el celular. Incluso los turistas que no buscan ningún tipo de financiamiento, pueden hacer uso de éstas.
La mayoría están ubicadas en áreas turísticas de gran tráfico como el Templo del Cielo (aproximadamente 60.000 personas pasan por ahí a diario).
Esto significa que la cantidad de plástico que se puede reciclar todos los días gracias a una sola máquina es bastante alta. Además, según un funcionario de la empresa que ejecuta la idea, es tan fácil de usar como un cajero automático.
Obviamente, este sistema basado en recompensas hace que el ejercicio de reciclar sea mucho más atractivo para los habitantes de la ciudad.
Pero no sólo eso. El reciclaje de botellas no es un problema urgente en China como tal, pues hay muchas personas que se dedican de manera informal a recoger botellas de plástico para después venderlas a compañías de reciclaje. ¿Qué significa esto? Que ya existe en el lugar, un sistema maduro de reciclaje. Lo que buscan entonces con estas máquinas, es simplemente estructurar y fortalecer ese sistema de reciclaje por medio de la compensación económica que beneficia a cualquier ciudadano.
Es paradójico que la motivación de reciclar esté ligada a cierto beneficio o compensación. Pero, si este es el único camino, ¿por qué no aplicar ideas como esta en todo el mundo?
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